viernes, 21 de agosto de 2015

Conversación conmigo mismo

Alguien ha escrito recientemente que vendrá un gobierno europeo «que irá quitando a corto plazo a los políticos demócratas» y en su lugar «colocando tecnócratas.»*
Como no eres economista, mas quieres saber qué implicaciones tiene esto para ti, recuerda lo que pasas cuando por alguna razón se te descompone el ordenador: puesto que desde el punto de vista del conocimiento estás en condiciones de fundamental desigualdad frente al ingeniero o el cibernético, no te queda más remedio que aceptar sin cuestionamientos su visión de la rotura, la solución que te ofrece y el precio último que te propone.
Pues lo mismo te sucede cuando los economistas te ofrecen las que consideran ellos sus «mejores soluciones» para resolver el problema de la crisis, o más exactamente, resolverte a ti el problema de tu crisis, porque al final eres tú quien paga por ella.
De esta manera, por mucho que te hablen de «democracia» y de «buscar soluciones democráticas,» en realidad, sobre la calidad de las democráticas discusiones que pretenden ayudarte a resolver tus problemas cotidianos, tú no estás en condiciones de juzgar, porque ignoras las leyes objetivas que regulan el funcionamiento del gran «ordenador económico.» Y este es el punto —es decir, justo ese en el que tú eres ignorante— al que van a dar todas las discusiones que pueden haber empezado en el plano político, pero que terminan todas en el económico, detrás del cual están ya las complejas matemáticas y las miríadas de datos que manejan los tecnócratas y que bajaran ante ti con una velocidad tan grande que acabas mareándote y pidiendo una silla para sentarte.
No te creas, pues, el viejo cuento neoliberal de las condiciones «democráticas» en que se desenvuelve nuestra vida en Europa, ni de la democracia como la medicina milagrosa para la cura de todos los males. Es que al final, tú no tienes conocimientos para discutir con el doctor.
Y si, como por doquier te repiten, la dimensión económica de la sociedad es realmente la más importante de todas, entonces ten en cuenta que para que tu existencia transcurra en condiciones democráticas tu participación en esa «dimensión» no puede limitarse a «ser en ella un factor determinante» simplemente por emplear tu fuerza de trabajo en las más diversas esferas del dominio económico. Documéntate, estudia más y más sobre las leyes reales del funcionamiento de ese gran «ordenador» social, pero también de su historia, para que sepas cómo se formó hasta llegar al punto en que tú lo conoces.
Porque si en la historia de las diversas culturas que integran la humanidad su lugar ha sido diferente, así como la importancia que de acuerdo al tiempo y al lugar le han atribuido los seres humanos, entonces quizás valga la pena sacar la discusión del ámbito de los «jeroglíficos» económicos, y desplazarla a uno más amplio, el de la existencia integral del Hombre, que aunque se alimenta de pan, no sólo vive de él, es decir, ese plano existencial y vital en el que tú también tienes la palabra.
Hace poco le oí decir a un académico que «no todo lo resuelve la cultura.» Me pregunto si es que acaso «todo lo resuelve la economía» y si esta visión de las cosas es en verdad la mejor.
Ni el propio Marx buscó nunca la solución definitiva de los problemas de la humanidad en la economía. Esta es otra de las supuestas «verdades» que hasta ahora nos han venido haciendo creer los «tecnócratas» de derecha y de izquierda.

*Por lo visto, Jesús Sanz Astigarraga.

8 comentarios:

  1. Que alivio me produce leer que todavía hay quien se interesa por rescatarnos de las sombras del conformismo y las telarañas de la manipulación.
    Tu escrito me hizo recordar una frase de un pensador argentino nacido a finales del siglo XIX llamado Raúl Scalabrini Ortiz quien, preocupado en el mismo sentido que vos, dijo: “Estos asuntos de economía y finanzas son tan simples que están al alcance de cualquier niño. Sólo requieren saber sumar y restar. Cuando usted no entiende una cosa, pregunte hasta que la entienda. Si no la entiende es que están tratando de robarlo. Cuando usted entienda eso, ya habrá aprendido a defender la patria en el orden inmaterial de los conceptos económicos y financieros”.

    La cuestión es, cuidado de quién aprendemos, porque últimamente han aparecido muchos que dicen tener la respuesta. Nunca antes nuestro sentido crítico había sido tan necesario.

    Un placer leerlo. Saludos desde Buenos Aires, República Argentina.

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    1. Muchísimas gracias por el tiempo que has dedicado a la lectura de este escrito y por tu valioso comentario y la "retroalimentación" que ha generado: Me ha sido tan provechoso que a partir de su lectura me he sentido motivado a escribir otro pequeño texto que colgaré el próximo lunes. Mi más profundo agradecimiento. A.A.

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  2. Magnifico artículo y muy actual en estos momentos en que políticos, economistas y tecnócratas buscan la solución a todos nuestros problemas, sin hallar respuestas, y parece que la repuesta está en nosotros mismos.

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    1. Muchísimas gracias, Ylba. En efecto, el problema último radica en nosotros mismos. Sobre esto escribiré en lo sucesivo, pero lo adelanto que en esa visión han coincidido todos los que han meditado sobre el tema desde los místicos hindúes hasta Marx, por rara que nos pueda parecer esta última afirmación. Una vez más, muchas gracias por sus alentadoras palabras. A. A.

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  3. La incurable otredad, diría Octavio Paz, de nosotros mismos. Porque ese nosotros no es más que una abrumadora atomización de imposibles conciliables, otro idealismo de la razón pretendiendo el hombre supraindividual. Para colmo y como por arte de magia una fuerza abrumadora nos conmina a globalizarnos, a abandonar nuestro patrón singular y a adoptar un molde universal cuya única sustancia de cocción es el mercado. Parezcaos los unos a los otros, parece decir el nuevo mandamiento, y por veleidad de la concomitancia o de la carambola forzosa, la misma aspirina ha de servir por igual a todos los dolores de cabeza. Cuando en este difícil arte de buscar soluciones reconocemos que el problema de unos justifica la solución o dicha de los otros, en un juego perverso de vasos comunicantes y oposiciones complementarias, se termina aceptando una matriz bipolar energética en la recomposición social, donde los listos cobran, mientras los torpes pagan.En este sentido los políticos y los tecnócratas son nuestros peores representantes porque entienden, según su arrogante parecer, el mecanismo, mas no el animismo, o sea interpretan la vida social mas no el verdadero arte de vivir. Como bien señala Alvaro Albaclara, la misión suprema entonces es aclaramos, indagar, estudiar, iluminarnos en la privada y particular parcela de nuestras verdaderas necesidades individuales. Obrar desde el entendimiento de la lógica y su génesis, Eso nos permitirá escapar de la redes inconmensurables de la telaraña social, el estadocentrismo, la globofílica oligarquía financiera y los conceptos universalista que aspiran en su atomizada y monista destreza a reducir la complejidad a una sola e única fórmula. Mi abuela que no sabía dónde quedaba Wall Street, y que apenas alcanzaba a enterarse de lo que decían los periódicos, si tenía muy claro donde quedaba su bolsillo y cúal árbol de fruta iba a resolver los desayunos del jugoso verano.En su casa nunca falto un plato de sopa ni hubo deudas con los bancos. Entonces, hay que tener mucho cuidado hacia donde estamos creciendo o ensanchando nuestro universo de voracidad económica y humana que nos impide recuperar la verdadera proporción de nuestra existencia, así como conscientizar nuestra dimensión del grano que debemos cargar como hormiga cósmica. Menos es más, ha dicho un genio cuántico.No me sirven las estadística frías de los políticos y tecnócratas si no rebotan en las cazuelas de mi abuela.Dónde queda el hombre sicológico, el hombre de a pie a escala primordial en todas esas construcciones de las mentes sofisticadas de nuestros líderes o diseñadores de Ataris sin salida? De qué le sirve la filosofía al triste, decía un poeta, o cómo explicamos la inverosímil sonrisa en el rostro de un niño hambriento, la paradójica felicidad de un indio amazónico frente al desconsuelo que provoca ver el desasosiego en que viven los magnates y hombres de poder ? Hay que cambiar el horizonte, sustituir el señuelo que convoca nuestra prisa. Lo heroico de nuestra civilización está por descubrirse, porque no fueron ni serán las prometeicas conquistas que registra la historia oficial. Cómo hacer de una infinita sospecha, un humilde destino, será nuestro reto y no es tarea fácil. Apenas empecemos por cambiar el horizonte, eso que los letrados llaman paradigma.Preguntemos pues, al sabio marinero de antaño que se soltaba hacia la mar compaginando el rumbo con el mirar de las estrellas. Y demos las gracias cuando aparece alguien como Alvaro Albaclara dispuesto a compartir esa linterna suya tan mágica y revisora. Les saluda Ernesto Fundora.

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  4. Agradezco profundamente tus palabras tan poéticas y tan diáfanas. Como sería una pena que una aportación tan enjundiosa pasara inadvertida, volveré pronto sobre ella para retomar algunos de sus temas y hacerla más accesible. Muchísimas gracias!

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  5. La analogía del cliente y el técnico de ordenador tiene la cualidad de sacudir. Uno es sorprendido por el golpe de no ser el dueño de su destino y de sentirse un ignorante y, lo que es peor aún, culpable de su incierta situación. Y cuando esto es acentuado por la evidencia de no ser ya tan joven y de verse acosado por el fantasma del tiempo, no hay cosa peor que mostrarle al espejo la ausencia casi total de tu espontaneidad. Uno intenta evocar la luz que te hizo inmortal cuando lo tenía todo por delante pero el espejo insiste en ofrecerte la sonrisa congelada de un animal sin piel.

    Sin embargo tu artículo es también como esos dardos que les disparan en el culo a las fieras para luego ser examinadas: Traumático y liberador. Abrir los ojos después de la sacudida trae la novedad un paisaje diferente. Por ejemplo ahora me asiste la presencia de mi admirado maestro de arte, el cubano D. Antonio Alejo, quien vivió hasta los 96 años con el brillo de la curiosidad en sus ojos; él me dijo una vez: - “Ni el destino ni la suerte, solo confianza en ti mismo y verás que estarás bien en todas partes”. Esto no debe ser confundido por esa exhortación a la autosugestión propia de los libros de autoayuda ya que, como dijera el uruguayo Leo Maslía, comprar tales libros, sobre todo a quien ayuda es al autor.

    Así que volviendo a mi admirado Don Alejo me hace sentir sano reconocer que, gracias a tu artículo, puedo ver la falsedad de mi fantasía frente al espejo, porque puedo sentir a Alejo a través de la sonrisa que ahora se me escapa, la misma con que él sonreía a la vida materializando en dentadura real su dentadura postiza.

    Muchas gracias por tu artículo y por la existencia de un sitio así en el que poder reunir a personas con mundos afines.

    Leonardo

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    1. Muchas gracias, Leonardo, por tus agudas observaciones que has expresado, además, de tan hermosa manera. Has tocado un tema clave sobre el cual volveremos sin falta. Si hay un ámbito en el que se aprecia el envejecimiento del capitalismo es en el modo en que enfoca y pretende “resolver” el llamado problema de la vejez, del envejecimiento de individuos y poblaciones enteras. Para eternizarse él mismo, tiene que chupar del corazón de sus hijos todo anhelo de eternidad e inyectar en él la aceptación de su finitud. Idealizando la juventud como una etapa de la vida, lo condena a vivir en la cárcel de un presente sin futuro, que adereza con todo tipo de placeres y atracciones materiales. Sin embargo, la juventud no es una edad, sino un estado perenne del espíritu que se siente seguro de sí mismo y dueño de su propio destino cuando en su mayoridad (en el sentido kantiano) se atreve a hacer uso de su propia razón, a pensar por sí mismo sin tutela ajena. En este sentido, no hay juventud ni libertad reales para el ser humano fuera del ámbito de la cultura. La idealización de la juventud biológica y de la libertad sensual de hacer lo que se me antoje es uno de las más dañinos extravíos que el capitalismo alimenta hoy en el corazón de la gente, a la que exprime primero la vida para después tirarlas en un rincón, cual piezas inservibles, cuando desgastadas por trabajos, excesos y "pre-ocupaciones" alcanzan finalmente su vejez. Pero para que el ser humano acepte con resignación ese rol y el destino que le depara, hay que hacer primero de él una pieza y convencerlo de que no es otra cosa que eso: un aditamento más de la gran maquinaria. Hay que convertirlo en una parte de sí mismo: sea su cabeza, sus manos, sus pies, sus vísceras o incluso sus genitales. Así, la “programación de la vejez” es una de las evidencias más claras del dramático conflicto que existe hoy entre la “civilización” y la cultura. A. A

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