jueves, 3 de septiembre de 2015

Preguntas

La cifra 1983 está llena para mí de gratos recuerdos: representa el año en que terminé el ciclo de mis estudios en una universidad soviética y empecé el de mi vida productiva; otro ciclo lleno de esperanzas juveniles de aprendizaje y creatividad en una humanidad que, según imaginaba entonces, había tomado ya un camino ascendente y que jamás olvidaría las lecciones de la Segunda Gran Guerra.
Hoy una noticia leída en Internet me ha hecho volver a recordar esa cifra: las imágenes de los satélites confirman, según la ONU, la destrucción del templo de Bel, erigido en el año 32 d. C. en la antiquísima ciudad siria de Palmira.
Me pregunto qué tiene que estar sucediendo en el mundo, qué tiene que estar pasando con todos nosotros, para que justo ahora, en agosto del año 2015, manos de personas hayan despedazado para siempre un tesoro cultural que ni la propia Naturaleza pudo destruir a lo largo de 1983 años.
Y me pregunto asimismo si en aquel verano de 1983 cuando, después de un quinquenio de estudios, pude llegar a graduarme en la URSS, era yo consciente de que lo hacía precisamente en el año 1983 desde Cristo; de todo lo que había tenido que sufrir, trabajar y aprender la humanidad para que un simple joven como yo pudiera egresar entonces de una universidad, y tener aun por delante un futuro previsible.
Me pregunto, por último, si en este septiembre del año 2015 desde Cristo nos damos cuenta de que hoy, por primera vez en milenios, algo se está perdiendo para siempre.
Me pregunto si entenderemos de una vez que el énfasis en el interés económico sólo puede conducir a desavenencias mutuas, y el abuso de las matemáticas, sólo servir de medio y de fin a la violencia; que tras las leyes que todavía hoy impiden a los hombres despedazarse irreversiblemente por las vacuas perlas de un collar de ceros, está el trabajo invisible y cada vez más olvidado, menospreciado, de siglos, de milenios de música, de pintura, de escultura, de arquitectura…; todo, en fin, lo que enaltece la vida y otorga su sentido y consistencia a las porosas piedras de la historia.


Templo de Bel (Palmira, Siria). Dedicado al dios Bel, que en Palmira era adorado junto a los dioses Aglibol (solar) y Yarhibol (lunar).
Imagen de Bernard Gagnon, tomada de Wikipedia.

4 comentarios:

  1. Estos días siento que la humanidad ha perdido el rumbo por completo. el templo de Bel, la muerte del director de museos de Palmira, lo que sucede con los inmigrantes...cuanta necedad. Esta gente no sabe que destruyendo el pasado se condena el futuro? No lo saben? O no les importa? Yo no entiendo. Es demasiado triste.

    ResponderEliminar
  2. Una entrada de blog no permite que uno se extienda demasiado, por eso he dado por sentado que el posible lector conoce de antemano los detalles de las circunstancias en que tuvo lugar la destrucción del templo de Bel, y me refiero al suceso como símbolo de la tragedia humana que lo envuelve en su sentido más amplio. Como toda obra artística, una construcción arquitectónica es la encarnación del esfuerzo, los conocimientos, los valores e ideales humanos a que debe su creación; por eso, los que atentan contra ella no cometen un simple acto de demolición, sino un crimen contra la espiritualidad y el humano afán de trascender culturalmente –mediante la creación y sus objetivaciones– la muerte física. Por lo visto, su intención no es que tengamos una evidencia más de quiénes son– eso lo conocemos ya por sus matanzas – sino mostrarnos de lo que aún son capaces y hasta dónde podrían llegar en lo sucesivo. De todos modos, mi propósito no es presentar simplemente este hecho, sino llamar la atención sobre la actitud con que solemos asumir la historia y sobre la idea que comúnmente tenemos de nuestro grado de participación en ella. Me parece que hoy más que nunca es importante que la sintamos como propia, y que vayamos más allá del estupor que nos producen las acciones vandálicas para preguntarnos quiénes son los que las comenten y qué peculiar combinación de circunstancias puede haberles motivado a realizarlas. No para justificarlas, sino para explicarlas, porque ni en la venganza fuera de la ley y ni siquiera en el castigo legítimo está la definitiva resolución del problema. Desaparecerá el crimen cuando se extingan las circunstancias que lo generan. A. A.

    ResponderEliminar
  3. Es que los que tenemos dos neuronas haciendo sinapsis sabemos quién es quién y por hacen lo que hacen. La cuestión es que nos apropiamos de los hechos y de la historia aquellos quienes no tenemos ni la más leve posibilidad de hacer algo para solucionarlo! Es agobiante! Como es agobiante escuchar como en las noticias manipulan los hechos y en los periódicos venden humo destinado a las masas de gente que leen sin usar su sentido crítico y compran como verdades sagradas las cosas que escuchan de los medios masivos de comunicación. Perdón, hoy me levanté borgeana y no hago más que dar vueltas en mi propio laberinto de incertezas.

    ResponderEliminar
  4. Una vez más, te agradezco mucho tu respuesta. En efecto, ese hecho del cual tenemos noticia, por lo visto, nosotros directamente ya no lo podemos cambiar, pero sí podemos influir directamente en la repercusión que tenga en nuestro entorno - por ejemplo, en el estado de opinión sobre él de la gente con que interactuamos a diario - y quizás sí tengamos todavía la oportunidad de influir con nuestras acciones en que se logre evitar algún otro hecho parecido que pueda ocurrir en el futuro. Acaso cuando creemos que "no tenemos la más mínima posibilidad de hacer nada" estamos una vez más siendo víctimas de las sugestiones del sistema en que nacimos y vivimos, y de los medios masivos de comunicación que contribuyen a sostenerlo. A. A.

    ResponderEliminar